En un país donde la esperanza ha sido tantas veces aplastada por la represión, la censura y el exilio, el Premio Nobel de la Paz otorgado a María Corina Machado no es solo un reconocimiento individual: es una señal luminosa que atraviesa la oscuridad y nos recuerda que la lucha por la democracia tiene eco en el mundo.
Este galardón, concedido por el Comité Noruego por “su incansable labor en la promoción de los derechos democráticos del pueblo de Venezuela y por su lucha para lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia”, legitima no solo a Machado, sino a millones de venezolanos que han resistido con dignidad, que han votado, marchado, denunciado y soñado con un país libre. Es una bofetada simbólica al autoritarismo, pero sobre todo, es un abrazo al pueblo que no se rinde.
El Nobel llega en un momento de represión: más de 2.000 encarcelados, líderes opositores en el exilio, y una ciudadanía golpeada por el miedo y la desesperanza. Pero también llega cuando el mundo comienza a mirar con nuevos ojos lo que ocurre en Venezuela. La figura de Machado, perseguida y silenciada, se convierte ahora en una voz amplificada por el prestigio internacional. Y eso, aunque no cambie de inmediato la realidad política, sí cambia el ánimo colectivo.
Porque este premio no es una solución mágica, pero sí un símbolo poderoso. Nos recuerda que la paz verdadera no se construye sobre el silencio impuesto, sino sobre la justicia, la participación y el respeto a los derechos humanos. Nos dice que la comunidad internacional no ha olvidado a Venezuela, y que aún hay caminos posibles para la transición democrática.
Para quienes han perdido la fe, este Nobel puede ser un punto de reinicio. No para salir a las calles en celebración inmediata (cautelosa), como advierten los analistas, sino para reconectar con el coraje que nos ha sostenido. Para volver a creer que el cambio no es una fantasía, sino una meta alcanzable si perseveramos.
El Porvenir venezolano
El porvenir que nos espera no está escrito. No sé ni siquiera que va a pasar conmigo luego de escribir esto... Pero ese reconocimiento me da una herramienta más para escribir todo esto con dignidad. Y nos da fuerza para seguir organizándonos en PAZ, apoyando a quienes luchan por la democracia, para educar, para resistir sin violencia, y para imaginar un país donde el poder no se imponga por la fuerza, sino se construya desde el consenso.
Hoy, más que nunca, necesitamos mirar este Nobel como un espejo: que nos refleje no solo lo que hemos sufrido, sino lo que somos capaces de lograr. Que nos recuerde que incluso en la clandestinidad, incluso en el exilio, incluso en el miedo, porque sí, ¡tengo miedo, por mí, mi familia!!!, aún así hay una llama que no se apaga.
#coraje #NoPuedoCallar
P.D.: Ver https://www.instagram.com/reel/DPpMBHrDhv6/ y pues nada, aún los medios de Vzla nada han podido decir sobre lo que ha ocurrido. La UCAB apenas emitió "un saludo". La censura es extrema.
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